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El asado es mucho más que una comida, es un momento mágico para compartir.
Si pensamos en Uruguay primero pensamos en fútbol, pero enseguida pensamos en carne. Para los uruguayos el asado no es un plato más, es identidad nacional.Este plato es ícono de las costumbres uruguayas por excelencia, como nucleador social, como una de las tradiciones más fuertemente arraigadas y como símbolo de amistad.
Nadie o casi nadie, prepara un asado para sí mismo. El asado es motivo de reunión, excusa para el reencuentro, para acercar a los que por diversos motivos están alejados.
Cuando hablamos de asado, no nos referimos necesariamente a un simple trozo de carne cocida, sino a toda la parafernalia que lo acompaña, los diversos tipos de carnes, vegetales y quesos, para incluir a todos, independientemente de que sean omnívoros o vegetarianos. También el fuego que congrega y protege, tiene un papel central, como desde los principios de la humanidad.
El rol del asador es fundamental en este evento social, convirtiéndolo en artífice del manjar y un poco en maestro de ceremonias. El asador es quien tiene la batuta en esta comida, quien maneja los tiempos e indica cuándo y cómo degustar su obra. La habilidad del asador es decisiva en la calidad del asado y si tiene éxito, recibirá elogios y ovaciones. Pero si se equivoca, será objeto de burlas y reprimendas, hasta que logre reivindicarse con otro asado que colme las expectativas.
Además de las tradiciones y la amistad, también hay un velo de misterio que acompaña a un buen asado. Cada asador tiene sus secretos y su forma particular de preparar las carnes, que le otorga un sabor único e irrepetible a cada asado, y que aún en caso de ser revelado, resultará irreproducible, ya que el asado es mucho más que una comida, es un momento mágico para compartir.